Indumentaria femenina:
Desde la década de los noventa y hasta la I Guerra Mundial, se produce el movimiento del Modernismo, un periodo de cambio de valores. Entre los jóvenes se respiraba un nuevo aire de libertad, simbolizando en la indumentaria de deporte y en la extravagancia de sus trajes cotidianos. En Francia se llamó la Belle Époque y se caracterizó por un espíritu alegre y próspero ante la llegada del nuevo siglo, que trajo consigo un cambio espectacular en el atuendo y en la búsqueda de una silueta femenina más real.


Regresan los volúmenes con las mangas de pierna de cordero o farol, y la parte superior de las mangas se vuelve rígida y voluminosa.
Los vestidos de mañana podían llevar una cola sorprendentemente larga.
Los zapatos tenían tacones más altos, la punta redondeada y se ataban por delante.
La medias eran casi siempre negras, de hilo de Escocia durante el día y de seda por las noches.
A finales de siglo, las mujeres buscan nuevas formas de vida y racionalidad y, en busca de las formas del atuendo masculino.
El diseñador más destacado de la Belle Époque fue Paul Poiret, rechazó el corsé y creó un abrigo de línea holgada y corte recto. Con los vestidos de corte helénico de cintura alta y sin corsé logró desplazar el centro de atención de la cintura a los hombros. También puso de moda los populares vestidos inspirados en el ballet ruso y en el estilo oriental, confeccionando sus trajes con exóticos tejidos de colores japoneses y adornados con dibujos orientales. Los holgados pantalones de odalisca y los quimonos japoneses fueron los que tuvieron mayor aceptación.
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